Cierra los ojos y déjate llevar. Recuerda las mañanas de invierno, con la lluvia salpicando los cristales y el aroma que impregna la cocina marcando el despertar. Piensa en las mañanas en que quedas para compartirlo, las tardes después de comer e incluso la merienda te lo recordará. Todo dependerá de tus costumbres para aceptar con más o menos facilidad.
Vueltas y vueltas tienes que dar para trasformar. |
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